LA NECESARIA «LUZ DEL CAMINO»
Viernes 19 de junio de 2020. El año del zarpazo. A las 17:00 horas, con la tradicional bendición y envío, en la Colegiata de Roncesvalles se pone en marcha la Luz del Camino: un grupo de peregrinos y hospitaleros, de gente del Camino, coordinados por Jesús Ciordia -padre de la tontuna- y por Mariló López, van a llevar una luz encendida desde el antiguo hospital medieval de peregrinos a la Catedral de Santiago de Compostela. Serán 36 días de caminata con la singularidad de que la peregrinación va a ser por relevos y en ella, entre portadores y acompañantes, vamos a participar cerca de 200 personas.
Necesitamos curarnos de un dolor que sigue siendo incomprensible e impensable. Necesitamos curarnos de las pérdidas de amigos y familiares a los que no hemos podido despedir. Necesitamos curarnos del estrés de estar encerrados, aislados. De la angustia ante un mañana tan inesperado e imprevisible como los que se nos han quedado ahora. Y necesitamos vacunarnos de esta locura de desconfianza y miedo que nos hace ver a cada uno de nuestros semejantes como una pequeña bomba de relojería que en cualquier momento puede estallar y contagiarnos.
Necesitamos también rearmar nuestras personalidades. Recuperar la autoestima. Balancear al centro este ánima bipolar que se nos ha quedado y que pivota entre la depresión y la euforia. Entre la sensación de pequeñez y derrota y la endorfina disparada convencidos de que ya está, de que ya hemos sobrevivido.
Blessing of the «Luz del Camino» and the backpack in Roncesvalles
Y visto todo esto que necesitamos… el resumen es directo: necesitamos Camino. Camino físico y Camino emocional. Caminar y dejar que se vaya cayendo lo que sobra y caminar para reencontrar todo lo que este bicho nos ha robado: los adioses, los abrazos, las sonrisas y las risas en las cocinas del albergue, las canciones al raso de la noche, los almuerzos y cervezas en plena caminata…
¿Qué es la Luz del Camino? Un poco todo esto. Es la manifestación de un dolor incomprensible e impensable. El la manifestación del duelo. Duelo por los que han muerto, con sus nombres y apellidos. Duelo porque no hemos podido cerrar con ellos los capítulos normales de una vida. Duelo por ellos, que ya no están y por nosotros que ya no los tenemos.
Es también la vacuna contra el miedo. Recuperar el contacto (controlado, sí pero contacto) físico con otras personas, con cientos de personas a lo largo del Camino. Es armar nuestro yo lejos de depresiones y de euforias. Y es, sencillamente, recordar que podemos hacer grandes cosas, cosas justas, cosas buenas, cosas bonitas y que no las tenemos que hacer solos, que juntos queda mucho más hermoso.
La Luz del Camino es el homenaje de los peregrinos y hospitaleros a las víctimas del Covid19, es la forma que tenemos de destacar los valores del Camino de Santiago para hacer frente a momentos como los que estamos viviendo y es la manera que tenemos de encender una luz de esperanza mirando al futuro.
Esto es. Ni mas ni menos, el jarabe que vamos a tomar hasta el 24 de julio (y, si me apuras, más allá) los que de una manera u otra estamos participando en esta peregrinación por relevos. Una aventura realmente popular -como nuestro camino-, en la que llevar la mochila con su luz desde Roncesvalles a Santiago se convierte no sólo en un reto sino en todo un símbolo de lo que la familia peregrina puede hacer cuando se propone algo. Así nos hace el Camino. Así somos.